Nadie puede negar que el ejercicio físico provee muchos beneficios para quien los practica, pero, si a través de esta actividad Cristo no es glorificado, la misma pierde absoluto valor. En toda la comunidad cristiana, una verdad conocida y vivida es que debemos glorificar a Dios en el espíritu, pero…
- ¿Dónde queda el cuerpo?
- ¿Es acaso el ejercicio algo pecaminoso?
- ¿Es una obligación para el cristiano hacer ejercicio, cuidar el cuerpo?
Esas son algunas de las preguntas que se estarán tratando en este artículo. Para dar respuesta a ellas, se considerará lo que la Escritura nos enseña sobre la mayordomía de nuestros cuerpos. Antes de entrar en materia, quiero señalar que en la actualidad existe cierto prejuicio hacia el ejercicio por parte de algunos hermanos en la fe, quienes consideran esta práctica (incluso, al cuerpo mismo), como medios de exclusiva «vanidad». De ninguna manera es mi intención crear un debate sobre este punto de vista, sino mostrar como la mayordomía corporal es algo bíblico y, de esta forma, dar una perspectiva basada en Palabra de Dios sobre el ejercicio. Cuando nos ejercitamos, muy rara vez pensamos que tal práctica tiene un beneficio comunitario. De hecho, muchos entrenan por la «salud», que más adelante veremos que no debe ser el centro de nuestra motivación para ejercitarnos. Quiero mostrarte cómo el ejercicio es un medio que Dios puede utilizar para exponer tu corazón, y cómo una rutina de entrenamiento puede ser un medio de adoración.
- El cuerpo como medio de servicio.
El valor del cuerpo no radica en lo que puedas hacer por él, sino en el creador del cuerpo, Dios. Una cosmovisión bíblica de lo que mi cuerpo representa según el Evangelio, promueve una santa actitud hacia él. En la primera carta a los corintios leemos: «Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo…» (6:20). El contexto de 1 Corintios 6, como sabemos, es sobre la pureza sexual. No obstante, cuidar el cuerpo incluye no solamente dicho tema. Porque han sido comprados por un precio, quiere decir que no nos pertenecemos. Esto derrumba el argumento: «yo hago con mi cuerpo lo que yo quiera». Entonces, el fin de tal compra es: honrar a Dios con nuestro cuerpo y glorificarle con lo que hacemos con él. No cuidar el cuerpo es desobediencia a un mandato bíblico de diligencia en ejercer mayordomía sobre el mismo. Es probable que te estés preguntando: ¿Qué tiene que ver esto con el ejercicio? El ejercicio físico puede ser un buen instrumento para administrar tu cuerpo de manera responsable como también pueden serlo:
- La prudencia en la mesa (Proverbios 23:2).
- Elegir alimentos que nutran tu cuerpo y no que lo destruyan (Proverbios 24:13).
- Promover un estilo de vida activo y no perezoso o sedentario (Proverbios 6:9-10).
Es a través de nuestro cuerpo que se desarrollan los dones y talentos para la edificación de la iglesia local y el servicio a nuestro prójimo. Créeme cuando te digo que es más fácil dar un sermón de 1 hora con unas piernas fuertes que te sostienen. Levantar a tu hijo y darle un abrazo si tu espalda está sana. Una buena movilidad nos permitirá hacer mejor esto y muchas otras cosas. Dios se glorifica en cada movimiento, de este modo, con cada fibra muscular, cada ligamento, cada contracción muscular se expone la maravillosa obra creadora de nuestro gran Dios.
- Dios se glorifica a través de la ciencia.
La ciencia aplicada al cuerpo fue creada por Dios para la extensión de su gloria, y no la nuestra. Las ciencias del deporte y la nutrición fueron creadas por nuestro Dios. Todo esto, a través de la gracia común que derrama sobre la humanidad, dando sabiduría al ser humano para avanzar en conocimiento. Estas disciplinas fueron creadas para que sean aplicadas con una ética bíblica (Dios en el centro) y no de manera antropocéntrica (el hombre en el centro). Dios se glorifica a través de un buen tono muscular y huesos fuertes. Dios es maravilloso al dejarnos medios de gracia para ejercer responsabilidad en lo que a nuestra salud se refiere. En este punto, quiero lanzarte una pregunta: ¿Debemos entrenar por y para nuestra salud como objetivo principal? ¡De ninguna manera! La salud no puede ser el principal motor por el cual el creyente cuide su cuerpo (esto no quiere decir que no se deba cuidar la salud), la salud no debe convertirse en un ídolo bajo ningún concepto. La salud es un don de Dios, que tenemos sin merecerlo. Por lo tanto, nos ejercitamos solo para su exclusiva gloria y, si Él lo dispone, para tener salud a través de ello. En 1 Corintios 10:31 tenemos un mandato. «Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios». Lo anterior también incluye el ejercicio (o cualquier otra cosa que hagas: levantar una pesa, salir a caminar, correr, nadar… todo lo que hagas).
- El rol de la iglesia y la comunidad en los procesos deportivos.
Mi comunidad, mi entorno y la iglesia local se benefician de mi testimonio saludable. ¿Qué quiere decir esto? De manera práctica, significa que tu familia, y los que te rodean serán estimulados a buenas obras por tu ejemplo. Si tú muestras prudencia a la hora de comer, lo más probable es que los que te rodean también lo hagan. De esta forma, también estimulamos a otros a las buenas obras (Hebreos 10:24). Somos luz y sal en nuestra forma de comer y en el centro de entrenamiento. Por otra parte, estoy convencido de que nosotros, la iglesia del Señor, hemos sido llamados a mostrar al mundo cómo debe ser vista la comida y el ejercicio. De no ser así, la industria del sector fitness estará encantada de mostrar que el ejercicio y la nutrición son únicamente medios para alcanzar objetivos físicos y diluirse en el ancho camino del «cuidado personal» meramente egocéntrico, quitando y –me atrevería a decir— casi eliminando, toda pizca del Evangelio en dichas ciencias.
- Dios se glorifica en el movimiento.
Cristo era un amante de las caminatas. Mi diligencia en mantenerme activo forma parte del agradecimiento por la salud que Dios me da, y el ejemplo de nuestro Señor. En una ocasión, se le entregaron al evangelista Arthur Blessit unos mapas en donde se mostraban los caminos que recorrió Jesús en sus tres años de ministerio. Los cálculos matemáticos según las distancias entre regiones pudieron arrojar datos interesantes: Se calculó el aproximado de kilómetros que Jesús hacia caminando diariamente, esto fue un estimado de entre 15 y 30 km diarios. Esto supera la media de 10 mil pasos que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) para tener un buen funcionamiento cardiovascular. A nuestro maestro le encantaba caminar y seguramente se benefició en Su humanidad de esta práctica. ¿Cómo puedes llevar a la práctica el ejemplo de Jesús? Te dejo un par de consejos:
- Intenta tener una media de 10mil pasos al día.
- Utiliza menos el automóvil (cuanto sea posible) y disfruta de las caminatas.
- Cuando termines de comer, no te sientes inmediatamente, intenta moverte un poco. Eso ayuda a tu proceso de digestión.
Finalmente, quisiera extenderte una reflexión a manera de preguntas:
- ¿Crees que estás glorificando a Dios en tu mayordomía corporal?
- ¿Cuántas horas dedicas al sofá y no a una caminata reflexiva?
- ¿Comería Jesús como tú?
- ¿Persigues una falsa identidad corporal por lo que las redes sociales exponen?
Creo que, para glorificar a Dios con el ejercicio físico, una buena forma de comenzar es contestando estas preguntas a la luz de tu realidad y del consejo bíblico. Y tener presente que, si un cristiano quieres ser fitness, lo que tiene que hacer primero es analizar su corazón, pues la motivación en el mismo para ejercitarse indicará si lo está haciendo para su gloria o para la gloria de Cristo.