En los últimos años, la iglesia evangélica en Norteamérica ha estado particularmente consciente de los escándalos dentro de sus muros: acusaciones, confirmaciones e historias de abusos de diversos tipos han estado fluyendo desde nuestros periódicos y los feeds de noticias en redes sociales. Con esto en mente, me atrevo a decir que no es una suposición descabellada que muchos cristianos estadounidenses han estado reflexionando —de manera negativa— sobre qué es lo que le falta al liderazgo de nuestras iglesias, y —de manera positiva— sobre qué es lo que necesita el liderazgo de nuestras iglesias. Y aunque las respuestas prácticas a esto son variadas, fundamentalmente, se nos recuerda que este no es un problema nuevo, sino un problema antiguo. Y este problema antiguo se beneficiaría enormemente de una solución antigua. Una solución bíblica. Lo que nuestras iglesias necesitan es piedad, y específicamente, piedad en el liderazgo.
Las iglesias bíblicas necesitan líderes
Más que simplemente mitigar escándalos públicos embarazosos y crisis, los líderes son esenciales para la identidad y constitución de la iglesia porque así es como el Señor de la iglesia, Jesucristo, la ha instituido. Los líderes de la iglesia no son incidentales; son intrínsecos. El Señor Jesús, a través del ministerio autoritativo de Sus apóstoles, ordenó que se establecieran líderes (ancianos) en las iglesias locales para su supervisión, cuidado y gobierno.

Los mismos apóstoles nombraron ministros y ordenaron hombres al oficio de anciano (Hch 14:23). Más tarde, los ancianos son llamados obispos para pastorear (Hch 20:28), administradores de los misterios de Dios (1Co 4:1-2), ejemplos del rebaño (1P 5:3) y embajadores de Cristo (2Co 5:20). Son predicadores enviados a proclamar las buenas nuevas (Ro 10:14) y maestros de las profundidades de Dios (Ga 6:6). Y si la iglesia de Jesucristo ha de ser de beneficio a largo plazo ante un mundo que la observa —dando testimonio de manera positiva y proactiva, no solo reaccionando retrospectivamente—, es esencial que sus líderes sean piadosos.
Las iglesias saludables necesitan líderes piadosos
Deseando más que un mínimo bíblico para cumplir con las cualidades existenciales de una iglesia, aspiramos a algo más ambicioso: que nuestra tierra esté llena de iglesias saludables. Iglesias bíblicas. Iglesias vitales y florecientes. Iglesias que estén impregnadas de la fragancia de Cristo y las características de Su presencia evidente entre ellas. Y así, más que simplemente iglesias, deseamos iglesias saludables. De la misma manera, más que simples líderes —hombres que simplemente ocupan posiciones de autoridad—, deseamos líderes piadosos.
Notarás que en 1 Timoteo 3 y Tito 1, cuando Pablo expone los requisitos para los obispos (ancianos), pone un gran énfasis en los requisitos de carácter, muy por encima de las habilidades; en la forma de vida más que en el talento.

Observa 1 Timoteo 3:1-7:
Palabra fiel es esta: si alguien aspira al cargo de obispo, buena obra desea hacer. Un obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, no dado a la bebida, no pendenciero, sino amable, no contencioso, no avaricioso. Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad; (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?). No debe ser un recién convertido, no sea que se envanezca y caiga en la condenación en que cayó el diablo. Debe gozar también de una buena reputación entre los de afuera de la iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo.

Sí, el anciano debe ser capaz de enseñar, y un ministerio capaz de la Palabra es grandemente utilizado por el Señor. Pero tal ministerio de enseñanza no está bien sostenido —de hecho, ¡se ve socavado!— cuando la piedad está ausente. Pablo le da a Timoteo una serie de descripciones al articular las cualidades que deben ser evidentes en el liderazgo de la iglesia: irreprensible, decoroso, hospitalario, no dado al vino, no contencioso, amable, etc. La gran mayoría de estas calificaciones no se centran tanto en lo que hace un anciano, sino en lo que es.
No debemos descontar los elementos prácticos necesarios que deben estar en su lugar. No debemos ser ingenuos al suponer que podríamos mitigar toda mala acción pecaminosa simplemente con suficiente virtud. No obstante, el apóstol Pablo parecía entender que el escándalo y el descrédito tienden a marchitarse en lugares donde la piedad abunda.
La piedad es esencial para un liderazgo saludable; un liderazgo saludable es intrínseco a una iglesia bíblicamente saludable.

Piedad que se extiende
Las Escrituras mismas nos dicen la utilidad instrumental que la piedad de los líderes puede y tendrá en una congregación. Pablo escribe en 1 Timoteo 4:7-16:
Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas. Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad. Porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura… Esto manda y enseña. No permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza… Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu aprovechamiento sea evidente a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan.

Las Escrituras y la experiencia de la vida nos enseñan que, en gran medida, Dios se complace en bendecir los ministerios y labores de aquellos que están consagrados a Su servicio; donde la piedad abunda, allí también el fruto abundará.
Ya hemos visto en la exhortación del apóstol Pablo a Timoteo que el anciano haría bien en ser “ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza… Reflexiona[r] sobre estas cosas; [dedícarse] a ellas…” (1Ti 4:12, 15). Robert Murray M’Cheyne declaró célebremente:
En gran medida, según la pureza y perfección del instrumento será su éxito… No son los grandes talentos los que Dios bendice tanto como el gran parecido con Jesús. Un ministro santo es un arma terrible en la mano de Dios.
En otras palabras: ¿queremos ver un florecimiento de la piedad entre los santos de Dios bajo nuestro cuidado? Entonces prediquemos y vivamos de tal manera que la piedad no pueda pasar desapercibida.
¡Modelémosla, hermanos! Sean un ejemplo de piedad y esta inevitablemente influirá en la vida de su gente. Ellos los imitarán a ustedes como ustedes imitan a Cristo. Esto no es una metodología pragmática y posmoderna. Esto es Escritura (1Co 11:1). Si queremos piedad en los bancos de la iglesia, primero debemos tener piedad en las sillas de los ancianos. Como va el liderazgo, así va la congregación.
Que la piedad abunde en su liderazgo: modélenla sin vergüenza, para la gloria de Dios y para el florecimiento del pueblo de Dios en nuestro tiempo.
Este artículo se publicó originalmente en Gospel Reformation.