4 Razones por las que la iglesia no practica la disciplina eclesiástica 

Algunas iglesias no practican la disciplina porque desconocen el mandato bíblico o porque no saben cómo comenzar el proceso.
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Algunas iglesias no practican la disciplina porque desconocen el mandato bíblico o porque no saben cómo comenzar el proceso. Otras, sin embargo, tienen preocupaciones sobre las consecuencias potenciales de tal práctica. Estas iglesias saben lo que las Escrituras enseñan sobre el tema, pero no están convencidas de su legitimidad o viabilidad pragmática.  Las iglesias rechazan la práctica de la disciplina eclesiástica por muchas razones. Algunas creen que la práctica no concuerda con el concepto bíblico de amor. Con relación a esta idea, algunos señalarán que ninguno de nosotros es perfecto, y por lo tanto no deberíamos centrarnos en deshacernos de las personas cuando pecan. Otras sostienen que la iglesia puede errar en su práctica de disciplina eclesiástica, ya que la iglesia está llena de seres humanos falibles y pecaminosos. Finalmente, algunas otras sostienen que tal práctica es demasiado invasiva con las vidas privadas. Estas objeciones serán consideradas y respondidas a continuación. 

Objeción #1: la disciplina no es amorosa 

Muchos ven cualquier forma de disciplina como arrogante, cruel y sin amor. El amor debe mirar más allá del pecado y dejar las cosas atrás; éste cubre multitud de pecados (1 Pe. 4:8). Sin embargo, sabiendo finalmente que el pecado lleva a la muerte (Ro. 6:23), la iglesia debe entender que la disciplina es de hecho un acto amoroso. Como señal declarativa del potencial juicio escatológico, la disciplina debe servir tanto como un llamado al arrepentimiento como un medio para perseverar en la fe [1]. Lo que puede parecer carente de amor, de hecho, está destinado a demostrar el más grande tipo de amor, dirigiendo a alguien a la vida eterna.  Dios demuestra Su amor a través de actos disciplinarios (Heb. 12:3-11, cf. 1 Co. 11:17-32), mientras busca volver los corazones de su pueblo hacia la santidad. Él también ha delegado una versión de esta autoridad divina a la iglesia, así como el disciplinar con el mismo propósito (Mt. 16:16-19; 18:15-17). El objetivo de la disciplina en la iglesia es ver a los miembros de ésta persiguiendo la madurez en la piedad. Dios deja claro que Su pueblo estará marcado por la santidad (1 Pe. 1:15-16, cf. Heb. 12:14), y la disciplina es uno de los medios para perseguir la santidad. Por lo tanto, cuando se hace como Dios lo ordena, la disciplina es un acto amoroso. 

Objeción # 2: la iglesia está llena de pecadores 

Otros se oponen a la disciplina eclesiástica porque todos son culpables de pecado. El argumento aquí es que la disciplina es hipócrita ya que nadie es inocente; todos estamos manchados por el pecado. Si bien esto es cierto, no niega los textos obvios en las Escrituras que hacen un llamado a que se ejerza la disciplina en la iglesia. Lejos de negar la práctica de la disciplina eclesiástica, la presencia de nuestro propio pecado debe corregir nuestro enfoque y humillarnos.  Considera por ejemplo Mateo 7:1, donde al lector se le dice: » No juzguéis para que no seáis juzgados». Curiosamente, en nuestra cultura actual, la idea de juzgar a otra persona es vista como arrogante y de mente cerrada, y este versículo a menudo se usa como munición contra un concepto como la disciplina de la iglesia. Esto, sin embargo, sería una lectura incorrecta del texto. De hecho, se nos dice específicamente que nos juzguemos unos a otros dentro de la iglesia (aunque no de la manera final en que Dios juzga); Las palabras de Jesús en Mateo 18 y las palabras de Pablo en 1 Corintios 5-6 claramente muestran que la iglesia debe ejercer juicio [2]. El juicio en el contexto de la iglesia local es necesario y apropiado, pero debe hacerse de cierta manera, de lo contrario es pecaminoso (cf. Mt. 7:2-5, Gál. 6:1).  La iglesia ciertamente no debe condenar a otros injustamente. La imagen en Mateo 7:1-5 (la paja y la viga en el ojo) sugieren que debemos ser autocríticos cuando se trata de nuestro propio pecado, pero esto no con el propósito de excluir por completo el juicio de los demás, sino como un requisito previo para juzgar [3]. Esto concuerda con Gálatas 6:1, que nos dice que nosotros que somos espirituales debemos tratar de restaurar a aquellos que han pecado con un espíritu de gentileza y un ojo puesto en nosotros mismos, no sea que nosotros también seamos tentados a pecar. Por lo tanto, Jesús y Pablo no han condenado el juzgar en absoluto, sino que más bien han llamado a la iglesia a ser irreprochable en su forma de hacerlo al examinar primero sus propios corazones. 

Objeción # 3: la iglesia puede estar equivocada 

Algunos cuestionarán la legitimidad de la autoridad de la iglesia al emitir una advertencia a los pecadores no arrepentidos [4]. Si la iglesia no es infalible, ¿será el juicio emitido contra un individuo pecador siempre correcto? Esta es una pregunta crucial a responder.  Cuando se considera la legitimidad de tal pronunciamiento proveniente de la iglesia, uno debe tomar en consideración los pasajes clave de Mateo 16 y 18. Estos pasajes se refieren específicamente a la autoridad dada a la iglesia a través de las llaves del reino, así como el poder de atar y desatar (Mateo 16:19; 18:18). Jesús no le da carta blanca a la iglesia para hacer lo que le plazca y suponer su bendición en todas las acciones. De hecho, él ofrece una severa advertencia a las iglesias para que no abusen de este principio y práctica. Jesús está haciendo una promesa concerniente a una situación muy específica: el mantenimiento de la integridad del cuerpo de Cristo [5]. Como tal, si la iglesia debe poseer la autoridad como se establece en Mateo 16:19 y 18:18, la comunidad debe actuar de acuerdo con la verdad de las Escrituras y los detalles específicos de cada situación disciplinaria [6].  Entonces, cuando una iglesia —no importa cuán grande e influyente o pequeña y aparentemente insignificante— actúa de acuerdo con la Palabra de Dios, su autoridad es real, aunque mediada. La iglesia posee un tipo de poder tal que existe un reconocimiento celestial de las transacciones terrenales, pero sólo cuando se maneja según las instrucciones divinas [7]. Ejercer la disciplina en la iglesia, entonces, es un asunto muy delicado. Kevin Vanhoozer resume útilmente la interpretación correcta de estos pasajes, diciendo: «En última instancia, solo Dios puede juzgar el corazón humano. Al mismo tiempo, la iglesia ha recibido una comisión dominical y apostólica de preservar la verdad y buscar la santidad» [8]. Por lo tanto, la iglesia debe aplicar humildemente y con discernimiento la autoridad que Cristo le otorgó.  La disciplina de la iglesia, por lo tanto, es una «advertencia», no una «declaración» irrevocable. La iglesia reconoce a Dios como el máximo juez de todas las cosas. Entonces, aunque la disciplina connota un tono apropiado de amonestación seria, una advertencia de juicio «potencial», no se convierte en infaliblemente certera porque la iglesia está llena de pecadores falibles. Sin embargo, debe tomarse con toda seriedad. 

Objeción #4: la disciplina es demasiado invasiva 

Una objeción final que puede plantearse es con respecto al asunto de la privacidad. La disciplina parece ir demasiado lejos porque «invade» la privacidad de las vidas de las personas y convierte el pecado, a menudo privado, en un espectáculo público. Disciplinar con precisión, algunos argumentarían, provocaría una humillación indebida sobre detalles que el público no debería conocer. Esta objeción puede parecer correcta en una cultura que tan altamente valora la autonomía y la expresión individual, pero va en contra de la Biblia. La fe implica el final de la auto-entronización. En el corazón de la fe está la idea de someterse a la autoridad de otro. Específicamente, los creyentes están llamados a someterse a Dios y al gobierno de Su reino, la iglesia local y Su liderazgo [9]. La sumisión al reino de Cristo significa una sumisión al presente puesto de vanguardia terrenal de su reino, es decir, la iglesia. Al convertirnos en miembros de esta comunidad del reino del nuevo pacto, nos sometemos a la disciplina de la iglesia divinamente mediada. Como Mark Dever a menudo dice, si eres cristiano, tu vida espiritual es asunto de otras personas.  En resumen, la disciplina de la iglesia no es un acto invasor y sin amor, perpetrado por personas malvadas. Como señala Dietrich Bonhoeffer: «Nada puede ser más cruel que la ternura que le confiere otro a su pecado. Nada puede ser más compasivo que la reprimenda severa que aleja a un hermano del camino del pecado» [10]. Como tal, la disciplina debe ser exigida en la iglesia y hecha con humildad, gentileza y cuidadosamente, siempre apuntando hacia el amor y siempre dirigiendo a alguien al arrepentimiento y a la vida en Cristo.    Traducido por Samuel David Lasso Llanos  Nota del editor: Este artículo es un extracto adaptado del nuevo libro de Jeremy Kimble, 40 Questions about Church Membership and Discipline (Traducción sugerida: 40 Preguntas sobre la Membresía y la disciplina de la Iglesia).    [1] Esta tesis es defendida en el libro de Jeremy M. Kimble, That His Spirit May Be SavedChurch Discipline as a Means to Repentance and Perseverance (Traducción sugerida: Que Su Espíritu Sea Salvado: la Disciplina Eclesiástica Como Un Medio Para El Arrepentimiento y La Perseverancia) (Eugene: Wipf y Stock, 2013).  [2] Mark E. Dever, Biblical Church Discipline (Traducción sugerida: Disciplina Bíblica Eclesiástica) SBJT 4, no. 4 (2000): 29.   [3] Bruce Ware pone de manifiesto este punto y lo conecta con la disciplina de la iglesia: “Después de que Jesús dice lo que comúnmente se cita (‘no juzgues para que no seas juzgado’), él procede con instrucciones precisas sobre cómo hacer que un hermano descarriado rinda cuentas. Recuerde que él le advierte “saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano” (7:5). Lo que a menudo se pasa por alto en esto es que una vez que se elimina la viga, uno tiene la obligación de ayudar a eliminar la mota del ojo del hermano. En otras palabras, Jesús espera que seamos usados en la vida de otros para ayudarlos a avanzar en la santidad, así como también ellos pueden ser usados en nuestras vidas para ayudarnos a crecer. La disciplina de la iglesia es, esencialmente, la estructura formal que surge de una práctica saludable de responsabilidad corporativa.” (Bruce A. Ware, Perspectives on Church Discipline (Traducción sugerida: Perspectivas sobre la Disciplina de la Iglesia), SBJT 4, n.º 4 [2000]: 87).  [4] Esta sección se deriva del libro de Jeremy Kimble That His Spirit May Be SavedChurch Discipline as a Means to Repentance and Perseverance (Traducción sugerida: Que Su Espíritu Sea Salvado: la Disciplina Eclesiástica Como Un Medio Para El Arrepentimiento y La Perseverancia) (Eugene: Wipf y Stock, 2013). 135–37. Utilizado con el permiso de Wipf and Stock Publishers (www.wipfandstock.com).  [5] Lautherbach sostiene: “[Jesús] está construyendo su iglesia y se debe tener cuidado en ese proceso. Cuando la iglesia actúa de acuerdo con su voluntad, como se describe en su Palabra, entonces él está trabajando en sus acciones. Considérelo su mano trabajando a través del guante de la iglesia” (Mark Lauterbach, The Transforming CommunityThe Practise of the Gospel in Church Discipline (Traducción sugerida: La Comunidad Transformadora: La Práctica del Evangelio en la Disciplina Eclesiástica) [Ross-shire, Escocia: Christian Focus, 2003], 201).  [6] Véase Wray, quien afirma: “La iglesia no es infalible por este texto, ni el santo Dios por ésto está comprometido a defender sus errores. Sin embargo, el único hecho que debe establecerse en este punto es simplemente que el Señor Jesucristo realmente tiene la intención de que su iglesia gobierne a sus miembros incluso hasta llegar a medidas disciplinarias cuando sea necesario «(Daniel E. Wray, Biblical Church Discipline (Traducción sugerida: Disciplina Bíblica Eclesiástica) [ Carlisle, PA: Banner of Truth, 1978], 3).  [7] Véase Roy Knuteson, Calling the Church to Discipline: A Scriptural Guide for the Church that Dares to Discipline (Traducción sugerida: Llamando a la Iglesia a la Disciplina: Una Guía desde las Escrituras para la Iglesia que se Atreve a Disciplinar (Nashville: Thomas Nelson, 1977), 36–37.  [8] Kevin J. Vanhoozer, The Drama of Doctrine: A Canonical-Linguistic Approach to Christian Doctrine (Traducción sugerida: El Drama de la Doctrina: Un Acercamiento Canónico-Lingüístico a la Doctrina Cristiana (Louisville: Westminster John Knox, 2005), 424.  [9] Jonathan Leeman, Political ChurchThe Local Assembly as Embassy of Christ’s Rule, Studies in Christian Doctrine and Scripture (Traducción sugerida: Iglesia Política: La asamblea Local como Embajada de la Regla de Cristo, Estudios en Doctrina Cristiana y Escritura) (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2016), 326–27.Véase también Oliver O’Donovan, The Desire of the NationsRediscovering the Roots of Political Theology (Traducción sugerida: El Deseo de las Naciones: Redescubriendo las Raíces de la Teología Política) (Cambridge: Prensa Universitaria de Cambridge 1999), 117.  [10] Dietrich Bonhoeffer, Life Together (Traducción sugerida: Vida Juntos), trad. John W. Doberstein (Nueva York: Harper & Row, 1954), 107. 

Jeremy Kimble

Jeremy M. Kimble es Profesor Asistente de Estudios Teológicos en la Universidad de Cedarville en Cedarville, Ohio, y miembro de Grace Baptist Church.

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