La sabiduría de Calvino: el conocimiento de Dios y Su ley como parámetro

En este artículo, el autor Israel Guerrero explora el concepto de sabiduría en la teología de Juan Calvino, centrándose en el conocimiento de Dios y Su Ley.
Foto: French theologian and reformer

El principio, fundamento y aquello que nutre nuestra sabiduría es el temor al Señor. Por lo tanto, sin un conocimiento adecuado de quién es Dios, no hay sabiduría alguna. Así, el aspecto práctico de la sabiduría siempre ha estado íntimamente ligada al conocimiento de Dios.

En este artículo, describiré brevemente el concepto de sabiduría en la teología de Juan Calvino (1509-1564) a través de dos puntos. El primero: el conocimiento de Dios y la sabiduría. El segundo: la Ley de Dios como el parámetro de la sabiduría.

Calvino sobre el conocimiento de Dios y la sabiduría

En palabras de Calvino:

Casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras se deba tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el conocimiento que el hombre debe tener de Dios, y en el conocimiento que debe tener de sí mismo.

La verdadera sabiduría consta de un doble conocimiento, uno teológico (de Dios) y otro antropológico (del hombre). Sin embargo, es esencial considerar que la antropología de Calvino siempre será una antropología teológica. Es decir, con su punto de partida en Dios y teniendo a Dios como el fin principal del hombre. En sus propias palabras:

Por otra parte, es cosa evidente, que el hombre nunca jamás llega al conocimiento de sí mismo, si primero no contempla el rostro de Dios y, después de haberlo contemplado, desciende a considerarse a sí mismo. Porque estando arraigado en nosotros el orgullo y soberbia, siempre nos tenemos por justos, perfectos, sabios y santos, a no ser que con manifiestas pruebas seamos convencidos de nuestra injusticia, fealdad, locura y suciedad.

Ahora, para vivir sabiamente, es vital responder a la pregunta sobre qué entendemos por conocer a Dios. En primer lugar, no es un mero conocimiento intelectual donde entendemos que hay un Dios, sino un conocimiento donde hay fe. Es decir, donde se cree que hay un Dios y que ese Dios es el Dios creador y redentor del hombre. 

En resumen, para ser sabios necesitamos conocer quién es Dios, lo que Él ha hecho para nuestra salvación y con base en esto, cómo hemos de vivir. Dicho de otra manera, sabio es el creyente que se deleita en la armonía de la soberanía de Dios y la responsabilidad humana.

Juan Calvino (1509-1564) fue un teólogo, pastor y reformador francés en Ginebra durante la Reforma Protestante. / Foto: Wikipedia

¿Cómo hemos de vivir sabiamente? Deleitándonos en la ley de Dios

La gracia de Dios es tan liberadora que nos lleva a vivir de acuerdo con la Ley de Aquel que la cumplió perfectamente por nosotros: Cristo. La misma gracia de Dios, que nos libra de la maldición de la ley, nos lleva a deleitarnos en la ley de Dios cuya raíz es el amor. El amor es la base de la ley, es decir, amar a Dios con todo nuestro ser y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Por lo tanto, cuando el Espíritu Santo regenera nuestros corazones, nos damos cuenta de que la ley no es nuestra enemiga, sino más bien nuestros ojos son abiertos para ver que el enemigo es el pecado que se opone a la santa ley de Dios. Al mismo tiempo, la ley cumplida por Cristo se convierte en el deleite proclamado por el salmista del Salmo 119. Así, este salmo se convierte en el canto y vida de aquellos que aman al Señor y guardan Sus mandamientos.

Una vida sabia es una vida que, al estar unida a Cristo, imita a Cristo y obra de acuerdo con la ley de Cristo. Esta es clave en la ética de Calvino. Así, nuestra unión con Cristo es el fundamento de nuestra comunión con Cristo, imitación de Cristo y de una vida que vive de acuerdo con la ley de Cristo, es decir, los Diez Mandamientos.

Crecemos en sabiduría cuando crecemos en nuestro deleite en la ley de Dios. Tal es la profunda unión y relación entre el conocimiento de Dios, el amor a Dios y guardar los mandamientos de Dios, que no podemos separar lo que Dios ha unido.

Conclusión

La sabiduría cristiana está totalmente cimentada en tener un conocimiento de Dios y de nosotros mismos. El conocimiento que tenemos de Dios es totalmente experiencial. Es decir, transforma todas las facultades de nuestro corazón (intelecto, afectos y voluntad) para deleitarnos en el conocimiento del Dios trino. Es el Espíritu Santo quien regenera nuestros corazones y nos lleva a conocer al Padre en el rostro de Jesucristo. A la vez, es el Espíritu de Dios quien nos aplica la obra consumada de Cristo para deleitarnos en la ley de Cristo que, a la vez, es la voluntad de Dios expresada en los Diez Mandamientos. De esta manera, entendemos la sabiduría en su naturaleza teocéntrica y práctica.

Si queremos crecer en sabiduría, debemos crecer en el conocimiento de Dios. Dice el necio en su corazón, «no hay Dios». Lamentablemente, podemos caer en necedad cuando aun sabiendo que hay un Dios, vivimos como si no lo hubiera. Es decir, en una especie de ateísmo práctico. Uno de los principales motivos de esto es porque tal vez estamos sirviendo a un dios moldeado a nuestra imagen caída. Los malos frutos que expresan una falta de sabiduría en nuestras vidas, familias e iglesias están en su raíz: no estamos conociendo a Dios.

¿La solución a esto? Conocer y amar al Dios que en Su infinita sabiduría nos amó y conoció antes de la fundación del mundo. Estoy convencido que nuestros sermones, estudios bíblicos, actividades, vocaciones y familias serán más bendecidas, y de bendición para otros, en la medida en que estén permeados con el conocimiento del Dios uno y trino. Por lo tanto, el desafío es vital e imperioso. Debemos profundizar en el conocimiento de qué es Dios (el ser de Dios con Sus nombres y atributos) y quién es Dios (el Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo). Mientras más conocemos a Dios, más amamos a Dios. Y un maravilloso fruto de esto es el amor al prójimo.

Hay más sabiduría en amar al prójimo que en odiar al prójimo. Hay sabiduría en edificar el cuerpo de Cristo, no así en mutilarlo con divisiones carnales. Es más sabio tener una sana doctrina fundamentada en la verdad y en el amor, que poseer una doctrina que, por falta de sabiduría y amor, comience a enfermar y deformar, en vez de sanar y reformar. En palabras de Calvino, «estemos, pues, seguros de que nuestra vida estará del todo conforme con la voluntad de Dios y con las disposiciones de la Ley, cuando resulte provechosa de todas las formas posibles a nuestro prójimo».

Israel Guerrero Leiva

Israel Guerrero Leiva (chileno) posee un Máster en Teología (M.Th.) en el Seminario Teológico de Edimburgo y Universidad de Glasgow, Escocia. Actualmente está realizando un Ph.D. en Teología Sistemática en la Universidad de Edimburgo. Junto con su esposa Camila y sus dos hijas —Emma y Eilidh— son miembros de la Free Church of Scotland. Su pasión es contribuir a la formación teológica reformada de los futuros teólogos y plantadores de iglesias en el mundo hispanohablante. Es administrador de la página de Facebook “Bavinck y Kuyper en español”.

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