Cuando hablamos del tema de la muerte a la luz de las Escrituras, debemos considerar que para poder construir un concepto claro necesitamos quitar todo el telón. Si solo nos quedamos con las consideraciones de los primeros libros de la Biblia o la visión poética del libro de los Salmos, será muy difícil que elaboremos un concepto objetivo o, por lo menos, cercano a lo que Dios realmente quiso revelar.
De modo que lo que consideraremos en este artículo es el concepto de la muerte desde la perspectiva del Nuevo Testamento. La meta es entender cómo dicho concepto complementa las ideas preestablecidas desde el Antiguo Testamento. Veremos, por lo tanto, cuál es la perspectiva de Jesús acerca de la muerte, la resurrección y la visión escatológica de la muerte.
La perspectiva de Jesús acerca de la muerte
El concepto de la muerte no podría abordarse teológicamente si no se consideran las cosas que durante el ministerio de Jesús fueron claras al respecto y que parten de Su enseñanza. Aunque un judío promedio estaba familiarizado con la idea de la muerte como parte de la voluntad de Dios (Job 1:21; Dt 32:39) y en alguna medida como recompensa para los justos (Is 57:2; Sal 116:15), todavía no era muy claro que la muerte de un ser humano estuviera asociada a algún beneficio salvífico o de liberación eterna.
No obstante, el concepto de la resurrección corporal o una vida después de la muerte —podría decirse— eran conceptos vagos o muy poco explorados. Sin embargo, con la venida de Jesús y Su amplia enseñanza acerca del propósito de Su ministerio y el designio de ser entregado como un cordero que iba a ser inmolado para quitar el pecado del mundo (Jn 1:29), el concepto de la muerte en cuanto a su propósito y alcance es enriquecido de manera significativa.

La muerte como elemento de redención
Aunque Isaías 53 había anunciado los padecimientos del Mesías, incluyendo Su muerte, en Mateo 20:28, Jesús vincula directamente Su oficio mesiánico con el propósito de Su muerte: “Así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos”. En otras palabras, Jesús iría a la cruz en cumplimiento de la voluntad del Padre para hacer que el horror de la muerte pudiera convertirse en esperanza al ser el Salvador de muchos.
La muerte como la puerta a la vida eterna
Además de atribuir un significado redentor a la muerte, Jesús también extendió su alcance cuando dijo lo siguiente: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” (Jn 11:25-26). En el Antiguo Testamento, la muerte era vista como un descanso, la morada de los muertos, pero no había mucha claridad acerca del concepto de la vida eterna o de una nueva vida más allá de la muerte. Con todas las complejidades que eso trae consigo, esto era parte del discurso del Señor. Ahora no se vive para morir, se vive para vivir, y la muerte es solo la puerta de entrada a esa nueva vida, bien sea para vida eterna o para condenación perpetua.

La muerte y la resurrección
El Nuevo testamento también desarrolla la idea de la resurrección como un concepto asociado a la muerte. Y si bien se ven algunos vislumbres desde el Antiguo Testamento, a partir de la resurrección del mismo Señor Jesucristo, esto se presenta como una realidad para todos los que creen. Visto desde la resurrección misma de Jesús, es evidente que la muerte no sería algo definitivo para todos, sino que habría una vida plena y completa —funcional en todos los términos— para aquellos que estuvieran unidos a Cristo.
El entendimiento de la resurrección de los muertos en Cristo cumple una función de consuelo para aquellos que de este lado de la vida eterna tienen que enfrentar el final de la vida terrenal.
Perspectiva escatológica de la muerte
Finalmente, el Nuevo Testamento plantea una perspectiva de la muerte asociada al juicio de Dios contra los que dieron la espalda al Señor, tal como Juan lo plasmó en Apocalipsis 20:14: “La Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda: el lago de fuego”. Esta visión futura y premonitoria de la muerte es aterradora, ya que morir en este mundo no es todavía lo peor que una persona pudiera experimentar. La muerte segunda a la que se refiere este pasaje es la condenación eterna; es decir, la muerte no es el fin de las cosas, sino el comienzo. La muerte entonces lleva a la vida eterna o a la muerte eterna, la separación definitiva de Dios.

Conclusión
El Nuevo Testamento complementa las ideas anunciadas desde el Antiguo Testamento, proveyendo una imagen más integral relacionada con la partida de este mundo, así como con sus consecuencias redentoras, su relación con la resurrección y su consumación final. Todas estas perspectivas de la muerte en el Nuevo Testamento están estrechamente ligadas a la obra de Cristo, pues, por Su muerte, Él garantiza el perdón de pecados. Por Su muerte, podemos experimentar el poder de la resurrección, y por Su muerte, seremos librados del juicio definitivo y llevados a la vida eterna.