La hombría no es una cuestión de edad, es una cuestión de carácter. Interactuar con hombres que profesan conocer a Cristo es cada vez más frustrante en el ministerio y particularmente en el contexto de la consejería matrimonial. Seamos francos, hombres, es hora de que asuman responsabilidad y dejen de culpar a los demás por sus problemas. Dejen de culpar a otros por sus deslices sexuales, abuso con el alcohol, arrebatos de ira, pereza, glotonería, dinero malgastado, etc. Dejen de culpar a mami y papi, esposa e hijos, jefes y compañeros de trabajo, u otros. Todos hemos sufrido las consecuencias del pecado. Todos hemos hecho sufrir a otros por nuestro pecado. Sus pasados no definen quiénes son y el daño que han sufrido no les justifica. El comportamiento pecaminoso o deshonroso es tal cual eso, y es inexcusable. Muy frecuentemente la sociedad nos inculca que alguien más tiene la culpa por nuestros problemas o dice «solo tómate esta pastillita y no te preocupes, espera a que te calme el dolor». Rara vez se te inculca que dejes de poner excusas, que asumas responsabilidad y que hagas lo que se te ha llamado a hacer. Hombres, empiecen a liderar a su familia y dejen de poner esa carga en sus esposas. Dejen de jugar videojuegos la mitad de la noche, y mirar imágenes inapropiadas y sexualmente explícitas la otra mitad. Dejen de estar sentados en el sofá comiendo chatarra, bebiendo refrescos, mirando Netflix hasta la una de la mañana, para luego quejarse cuando sus esposas no quieren «dormir» con gordos perezosos que las han ignorado y no han hecho nada para ayudar en la casa. Dejen de tratar a sus esposas como sus sirvientas y trátenlas como el tesoro que son. Les sorprenderá la diferencia que esto hará en sus hogares. Hombres, Dios les ha dado el privilegio de ser líderes. Muy frecuentemente los hombres quieren los privilegios del liderazgo sin la responsabilidad del mismo. Los dos van de la mano. Modelen piedad durante el próximo año y vayan a liderar a sus familias, se sorprenderán de la diferencia que esto hará. He dicho lo suficiente.