¿Has experimentado una de esas abruptas interrupciones en tu vida? Tal vez despiertas una mañana sin imaginar que terminarás en la sala de espera de un hospital, que el regreso del trabajo a casa incluye un cheque con tu finiquito o que tu hijo no regresará a casa nunca más. Recuerdo muy bien ese día, una llamada inesperada interrumpió una bendecida mañana con una amiga: –Vamos al hospital, avisa a toda la familia y pónganse a orar. –¡¿Qué?! Seis años atrás habíamos escuchado el diagnóstico de cáncer por primera vez en la vida de mi hermana. Dios había sanado por completo su cuerpo, así que, ¿por qué temer en esta ocasión? ¿Qué detendría a Dios para actuar con poder nuevamente? La noticia de una recurrencia en esta temida enfermedad llamada cáncer me llevaría a caminar una de las experiencias más poderosas que he vivido a lado de mi Padre, y quiero compartirte algunas enseñanzas valiosas. Quizá tú también estás pasando por alguna situación que ha detenido tu vida o la de alguien que amas. Amiga, espero que estas letras te hagan sentir acompañada y den un toque de esperanza a tu ser cansado.
Aférrate solo a una cosa
Los días siguientes a esta dolorosa noticia sentía que mi corazón se derretía, mi hermana mayor, esa que siempre me aconsejaba, me acompañaba en mis locuras y me impulsaba, estaba en la cama de un hospital. Yo trataba de orar, trataba de confiar en Dios, trataba… Podía seguir tratando muchas cosas, pero la realidad es que solo necesitaba una, aferrarme a Dios y sus promesas. De la manera menos esperada comencé a escuchar aliento por medio de un canto que me llevó al libro de Job: “Hasta ahora solo había oído de ti, pero ahora te he visto con mis propios ojos.” (Job 42:5 NTV) Aunque no sabía exactamente cómo vería a Dios en esta ocasión, creí que lo vería, que su poder iba a ser inconfundible, que iba a presenciar algo que nunca había vivido y eso me llenó de esperanza. Las molestias físicas de mi hermana comenzaron a dolernos a todos, y aunque el panorama médico constantemente era favorable, estar en medio de una prueba golpea a cualquiera. Si hoy estás en alguna sala de espera, te animo a abrir tu Biblia y preparar tu corazón para que el Espíritu Santo te revele cuál es la promesa que Dios tiene para ti en medio de este valle de sombra. Jesús entiende por lo que estás pasando, Él está a tu lado y te dice: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt. 11:28). Dios no busca que agotes hasta lo último de tus fuerzas, Él te ofrece descansar en su bondad y amor. Tener temor, sentir dolor y llorar no te hace débil, te hace entender tu humanidad y tu total necesidad de Dios, tampoco revela una falta de fe, sino que te lleva al camino para fortalecerla. Así que prepárate a conocer a Dios no solo como lo habías escuchado de otras personas, prepárate para nombrarlo tu Dios de manera personal.
La alabanza, una melodía constante en mi boca
Sin mucha concentración en la rutina diaria solo había algo que me abrazaba constantemente y esto era cantarle a Dios. Así que en mis tiempos a solas ponía mi lista de reproducción de alabanzas y ahí fluían pláticas íntimas con mi Padre, venían versículos a mi mente, derramaba mi corazón delante de Jesús, le platicaba mis temores y, con cada canto me sentía amada, escuchada y cuidada. Si algo describía a mi hermana es: Mujer fuerte, guerrera y además con un umbral del dolor altísimo. Pero ese sábado, su rostro reflejaba un exceso de dolor. Todos con el rostro desencajado corríamos de un lado a otro para tratar de ayudar. Yo no sabía ni que pedirle a Dios, no me salían palabras, pero a mi mente vino un canto y comencé a cantar en mi corazón: “Paz, paz, cuán dulce paz. Es aquella que el padre me da. Yo le ruego que inunde por siempre mi ser. En sus ondas de amor celestial…” (Paz, cuan dulce paz. Marcos Witt) En momentos difíciles no hay una forma correcta o incorrecta de venir a la presencia de Dios y clamar por la salud, las finanzas o una familia rota. Alabar a Dios en medio de la crisis te permite reconocer la grandeza de Dios. “¡Aleluya! Porque bueno es cantar alabanzas a nuestro Dios, porque agradable y apropiada es la alabanza… sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Sal. 147:1,3). Cuando no hay palabras, dale oportunidad a una constante alabanza a Dios.
Cada día
Un día antes de comenzar las quimioterapias, Dios nos reunió a mis tres hermanas y a mí en el hospital para tener la noche más increíble que recuerdo, nos reímos, tomamos café, cenamos juntas y nos sacamos una foto, que por supuesto tuvimos que repetir varias veces hasta que nos gustó cómo nos veíamos. Definitivamente se debe disfrutar cada día, jamás imaginamos que Dios nos estaba regalando una noche irrepetible. Al día siguiente comenzamos un camino desconocido con el tratamiento, porque a la par comenzaron más dolores físicos, intervenciones médicas, estudios, más dudas y más lágrimas. Fue entonces que entendí que pensar en un futuro que desconocía estaba robando mi paz y mi esperanza. Junto con mi mamá y hermanas comenzamos a vivir cada día, paso a paso. Había días buenos, días malos y días terribles. Por las mañanas nos recordábamos esto “…Cada día tiene ya sus problemas” (Mt. 6:34 NVI) y para cada problema “Grande es su fidelidad; sus misericordias son nuevas cada mañana.” (Lam. 3:23 NTV). Tengo que reconocer que, aunque teníamos presente estas verdades, algunos días estuvieron llenos de incertidumbre. Nos gustaría que Dios nos dijera más sobre el camino que vamos a recorrer y cómo termina la historia, pero debemos vivir los matices de la vida porque cada uno de ellos nos permite crecer y conocer más a Dios. El más profundo dolor o la más grande alegría nos pueden llevar a acercarnos o alejarnos de Jesús. ¿Cuál ha sido el efecto del dolor en tu vida? ¿Te ha permitido ir un día a la vez en dependencia a Dios o te ha llevado a experimentar un afán por el futuro? Vivir los afanes cada día bajo las misericordias de Dios que se renuevan cada mañana, sin duda es alentador.
Crecer implica romperse
Quizá parece fácil decirte que te aferres a Dios y su Palabra, que le alabes sin cesar y reconozcas su grandeza, que vivas cada día con todo lo que implica, pero seré bien honesta, la noticia de una “prueba familiar” me rompió totalmente. Dios me recordó esto: “Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada” (Stg. 4-1:2). En la naturaleza hay semillas, flores y árboles que literalmente tienen que romperse para llevar fruto, para crecer, para llegar a su máximo esplendor. De igual manera Dios no nos dejará a medias. Él llevará a feliz término la obra que está haciendo en ti. Crecer implica romperse. En un segundo artículo te compartiré más acerca de este tema, Dios te bendiga.