Cuando la debilidad nos abruma

En el segundo artículo de “Deseando a Dios en la oscuridad”, exploramos cómo el sufrimiento no apaga el gozo, sino que lo multiplica, pues en nuestra debilidad Cristo nos conduce a un río de delicias eternas.
Foto: VaE

La miseria ama la compañía, pero el gozo anhela una multitud.

Eternidades antes del cosmos, estaban el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo disfrutando Uno del Otro en éxtasis. Pero la Trinidad pensaba en una multitud más grande. El plan de Dios era reunir a innumerables hijos e hijas en Su estruendosa cascada de gozo.

En este plan, Jesucristo ocupa el centro del escenario, y el Padre nunca se cansa de alabar Su nombre: “Este es […] Mi escogido, en quien Mi alma se complace” (Is 42:1). En Jesús, el Padre ve la fuente de toda la inteligencia, grandeza y bondad que jamás haya existido. (Al Espíritu Santo no le molesta en absoluto). Así que, si queremos saber qué, o quién, llena el corazón de Dios con gozo, el propio Padre nos lo dice en Mateo 3:17: “Este es Mi Hijo amado en quien me he complacido”.

Jesús es el gozo encarnado. Él nada en júbilo y se siente impulsado a compartir Su alegría con nosotros. ¿Por qué? Porque el gozo se multiplica en una multitud. Como dice en Juan 15:11: “Estas cosas les he hablado para que Mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto”. Jesús anhela llenar a Sus discípulos con el tipo de gozo profundo e inquebrantable que lo sostuvo a través de Sus propios sufrimientos (Heb 12:2). Y si crees en Él, tú estás entre esa multitud comprada con sangre.

Pero hay algo.

Jesús es el gozo encarnado y desea multiplicar Su alegría en nosotros, una multitud comprada con Su sangre. / Foto: Envato Elements

Sin sufrimiento, no hay gozo

Como soberano solemne de todo, Dios comparte Su gozo en Sus propios términos. Y esos términos nos llaman a sufrir, en cierta medida, como lo hizo Su amado Hijo cuando caminó sobre la tierra (Fil 1:29). El gozo de Dios no es barato. Nos cuesta. Porque si Jesús soportó Su cruz por el gozo que le esperaba, ¿debemos nosotros esperar menos? Pedro nos dice: “Porque para este propósito han sido llamados, pues también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles ejemplo para que sigan Sus pasos” (1P 2:21).

Pero no temas. Nuestro llamado a sufrir por amor a Jesús proviene de un Dios que es tierno más allá de lo que se puede describir. En tu dolor y debilidad, Él está más cerca que un hermano (Pro 18:24), escucha tu clamor de aflicción (Sal 9:12), atesora todas tus lágrimas (Sal 56:8) y recompensará tu perseverancia con todo el gozo que la eternidad puede ofrecer (2Co 4:17). Quizás lo mejor de todo es que, si sufrimos con Él, “también reinaremos con Él” (2Ti 2:12). ¡Oh, qué gozo!

El gozo de Dios no es barato, nos llama a seguir a Cristo en el sufrimiento y nos asegura Su cercanía, Su consuelo y la promesa de reinar con Él en gloria. / Foto: Lightstock

Durante años en mi silla de ruedas, fui ciega a todo esto. Odiaba mi tetraplejia. Estaba saturada de una cultura de comodidad y conveniencia como un pepinillo en un frasco de vinagre, empapada de egocentrismo y totalmente inconsciente de la grave ofensa que suponían mis quejas y lamentos. Con una fe tan inmadura, solo confiaba en Jesús en mi imaginación.

Entonces, Dios lanzó una granada de mano a mi débil caminar con Cristo: ahora tenía dolor crónico además de la tetraplejia. La miseria de todo ello me obligó a tomar una decisión. ¿Confiaría en Dios, sí o no? Un amigo sabio me mostró Filipenses 1:29: “Porque a ustedes se les ha concedido por amor de Cristo, no solo creer en Él, sino también sufrir por Él”. Dios me había concedido, o regalado, un sufrimiento agravado para que mi confianza real en Él hiciera que Jesús pareciera grandioso.

Dios transforma nuestro dolor en un regalo, para que nuestra confianza en Él haga que Jesús parezca grandioso. / Foto: Lightstock

Todo ello tenía un atractivo irresistible. ¿Puedo hacer algo que complazca a Dios? Así que puse mi confianza en Dios con determinación. Con el tiempo, hacerlo me liberó de las quejas, me acercó a mi Salvador y a Su gracia, disciplinó mi corazón y mi mente, amplió mi esperanza, me hizo ansiar la verdad y me enseñó a dar gracias en los momentos de tristeza y dolor. Mi sufrimiento me llevó por un nuevo camino, el camino hacia la santidad.

Y ahí reside el gozo tan extasiante y vibrante que es como sumergirse bajo una estruendosa cascada de deleite. Cada vez que las infecciones, las úlceras por presión y la neumonía intensifican mi dolor, me acerco más a Dios, evito más pecados (como la ansiedad y el miedo) y atribuyo mayor gloria a Cristo. Y así, Él abre las compuertas para más gozo, y no puedo evitar decir: “…me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades… por amor a Cristo” (2Co 12:9-10). Más que complacida, estoy absolutamente feliz. “Porque Tú, oh Señor, me has alegrado con Tus obras” (Sal 92:4).

Nuestro sufrimiento puede convertirse en el camino hacia la santidad, donde en medio de la debilidad descubrimos un gozo desbordante y damos mayor gloria a Cristo. / Foto: Pexels

Su río de delicias

¿Sigo luchando con mi discapacidad? Por supuesto. ¿Y retorciéndome de dolor? Sí. Pero eso no disminuye mi gozo. Porque estoy afligida, pero siempre alegre (2Co 6:10).

No estás destinado a vivir en un frasco de pepinillos. Estás destinado a nadar en un río de delicias. Entonces, “sufre penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús” (2Ti 2:3). Abre tu corazón al tanque lleno de gozo que se derrama por encima de los muros del cielo (Sal 16:11).

Amigo, el plan del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo para rescatar a los seres humanos no es solo por el bien del hombre. Es por el bien de Dios. El Padre está reuniendo a una multitud probada en la batalla, una herencia pura y santa, que se deleitará en Su gozo y hará su ambición eterna adorar a Su Hijo en la dicha del Espíritu Santo. Dios es amor, y el deseo del amor es empapar de gozo a aquellos por quienes Dios ha sufrido.

Y pronto, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo verán cumplido Su deseo.


Publicado originalmente en Desiring God.

Joni Eareckson Tada

Joni Eareckson Tada es fundadora y directora ejecutiva de Joni and Friends en Agoura Hills, California.

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