Alguna vez visité la casa de una familia cristiana y, cuando entré, me llamó mucho la atención un letrero que vi en la cocina, justo al lado de la refrigeradora. En letras muy llamativas decía: “JEHOVÁ JIREH ES NUESTRO PROVEEDOR”. No era la primera vez que me encontraba con una escena similar.
Definitivamente, Dios es un soberano y fiel proveedor. Pero, la pregunta es: ¿proveedor de qué? En este artículo, pretendo reflexionar brevemente sobre esa pregunta.
El texto fuera de contexto
Muchos textos en la Escritura muestran a Dios como un fiel proveedor de nuestras necesidades diarias (Sal 37:25; Mt 6:11; Mt 6:26-34; Fil 4:6-7; Fil 4:19). El tiempo no alcanzaría para abordar todo lo que la Biblia dice sobre la manera en que Dios tiene cuidado de nuestras necesidades.
Sin embargo, a la hora de hablar acerca de “Jehová Jireh”, podemos hacer una exégesis errónea. Un problema común entre muchos creyentes es que interpretan los textos en la Escritura de manera aislada. La hermenéutica bíblica es el arte y la práctica de interpretar los textos de la Biblia de manera correcta, y quizás el principio hermenéutico más importante es: nunca interpretar un texto fuera de su contexto.
Por eso necesitamos revisar Génesis 22:14, el único texto en el cual se encuentra el nombre “Jehová Jireh”, de manera expresa. El pasaje dice así: “Y Abraham llamó aquel lugar con el nombre de El Señor Proveerá, como se dice hasta hoy: ‘En el monte del Señor se proveerá’”. En el contexto, Abraham, ya avanzado en años, es llamado por Dios a ofrecer en sacrificio a su único hijo como una prueba de su fe (Gn 22:2). La obediencia de Abraham reflejaría la extrema confianza en el Señor, así que él toma al muchacho y, en el momento en que va a ejecutar el sacrificio, el Ángel de Jehová se aparece para impedirlo (Gn 22:12). Dios había provisto de un carnero que estaba enredado en una zarza, el cual vendría a tomar el lugar de Isaac para ser ofrecido.
La exclamación de Abraham, “Jehová Jireh”, es una señal que apuntaba hacia el futuro, a la forma en la que Dios también ofrecería, esta vez, a Su propio Hijo como un sustituto por el pecado de aquellos a quienes Él habría de salvar. Nunca debemos perder de vista el propósito general de las Escrituras, el cuál es revelar desde el principio el plan redentor de Dios. En esta escena recordamos a un padre amoroso, compasivo y justo, que habría de reconciliar al mundo en la muerte de Su propio Hijo.
Así pues, Jehová Jireh es proveedor del sacrificio que salva la vida de otros. Creo que saber eso nos permite entender mucho mejor la “provisión de Dios”, la cual va más allá de suplir nuestras necesidades físicas y nos explica el corazón de la historia bíblica. Veamos dos breves características de la provisión de Dios.
1. Una provisión profetizada
Esta manera de proveer un sustituto para llevar sobre sí el pecado de los hombres es común en toda la narrativa bíblica. Desde Génesis se ha anunciado la venida de un redentor inocente cuya vida sería entregada para salvar a otros.
La gran mayoría de comentaristas concuerdan con el hecho de que, una vez la caída del hombre se produce, Dios promete remisión a través de la simiente de la mujer (Gn 3:15). Además, cuando Dios ve a Adán y Eva intentando cubrir la vergüenza de su desnudez con sus propios esfuerzos (Gn 3:7), decide vestirlos con túnicas hechas de pieles de animales (Gn 3:21). En esa escena podemos inferir la necesidad de que muera un inocente para cubrir el pecado. Incluso en los sacrificios de Abel (Gn 4:4) y en todo el sistema de ofrendas de la Ley de Moisés es evidente la misma necesidad.
2. Una provisión prefigurada y palpable
El anuncio de la provisión divina es, de cierta forma, prefigurada en el relato de Génesis 22. Como ya lo dijimos, Abraham recibiría de parte de Dios un sustituto, que tomaría el lugar del pecador representado en Isaac y que dejaría satisfecha la justicia de Dios por medio de la fe. Lo que Dios proveyó a Abraham no fue más que un cordero sustituto, tal y como Cristo lo sería.
La verdad de un cordero sustituto no es una idea abstracta que quedó ahogada en el Antiguo Testamento. Cristo es identificado como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y esta es una afirmación gloriosa. Cuando lo vio, Juan el Bautista afirmó: “Ahí está el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1:29). Juan descubre por primera vez y de manera explícita la gran verdad del Nuevo Testamento: que Cristo habría de ser la provisión que quitaría el pecado del mundo.
¿Quién es Jehová Jireh?
Entonces, ¿qué aprendemos sobre Dios con Su nombre “Jehová jireh”? Que Él es compasivo, clemente y misericordioso. Que Él ha provisto el medio por el cual el mundo pecador y perdido sería reconciliado con Su justicia. Que nuestra salvación no es un “plan b”, sino que, como dice Apocalipsis, el cordero “fue inmolado” desde antes de la fundación del mundo (Ap 13:8).
Si hay algún lugar de la casa en que “Jehová Jireh” debe estar, no es en la cocina. sino en nuestro corazón, ardiendo como una llama que no se consume, fluyendo como ríos de agua viva.