¿Está Dios enojado conmigo cuando peco?

La disciplina no es condenación. El afecto del Padre hacia Sus hijos permanece intacto aun cuando los corrige con amor.
Foto: Andras kovacs (Unsplash)

PRESENTADOR:

Como puedes imaginar, recibimos muchas preguntas sobre lo que significa vivir como un hijo de Dios. Pasamos de ser rebeldes contra el Rey a convertirnos en hijos del Rey. Entonces, ¿cómo cambia la disposición de Dios hacia nosotros? Y específicamente, ¿está Dios enojado con Sus hijos cuando pecan? Es una pregunta de una oyente llamada Kathleen.

“¡Pastor John, hola! Como creyente nacida de nuevo, ¿Dios todavía está enojado conmigo cuando peco? Creo que la ira de Dios es real, y he aceptado la propiciación de Cristo por mis pecados. Pero lucho por entender la diferencia entre la ira de Dios y el enojo por mi pecado antes y después de mi justificación. Personalmente odio mi propio pecado y quiero acabar por completo con él. Pero por ahora, ¿la muerte de Cristo por mis pecados y Su posterior propiciación significa que Dios nunca está enojado conmigo cuando peco? ¿O solo que Su ira final hacia mí fue satisfecha? ¿Cuál es la disposición afectiva de Dios hacia mí, en Cristo, cuando tropiezo y peco en mi vida ahora mismo?”

JOHN PIPER:

Podría ser posible expresar en una o dos oraciones la compleja disposición afectiva de Dios hacia Sus hijos en esta era. Pero me parece que tal esfuerzo hace menos de lo que las Escrituras realmente hacen cuando las leemos considerando la disposición de Dios hacia nosotros.

Da algo de ayuda intentar sintetizar esas palabras; yo hago esto todo el tiempo. Eso es lo que son la predicación y la teología: el esfuerzo por dar sentido a todos los pasajes de la Biblia. Pero cuando llega el momento, temprano en la mañana, tarde en la noche, cuando necesitamos alguna palabra de verdad, firmeza, ayuda y ánimo, no son tanto las síntesis las que tienen poder en nuestras vidas, sino las mismas palabras de Dios en la Escritura. Así que déjame hacer ambas cosas, pero poniendo realmente el énfasis en las Escrituras.

Disciplinados, no condenados

Déjame decir solo una breve palabra de síntesis y luego remitir a Kathleen a pasajes muy específicos de la Escritura. Aquí está mi síntesis:

La ira punitiva de Dios, es decir, Su ira de castigo o de condenación, fue completamente absorbida por Cristo cuando murió. Él se hizo maldición por nosotros. Él llevó nuestro pecado. Pero Dios aún puede estar enojado, disgustado y entristecido hacia Sus hijos amados en un sentido disciplinario más que en un sentido condenatorio.

Pongámoslo en forma positiva:

Antes de que fuéramos creyentes, no podíamos agradar a Dios. “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb 11:6). Antes, no podíamos agradar a Dios. Éramos por naturaleza hijos de ira (Ef 2:3). Ahora que somos creyentes, sí agradamos a Dios, y Él siente gran deleite en nosotros como Sus hijos.

Nuestro Dios feliz

Esa es mi síntesis de lo que veo. Ahora permíteme ir a las Escrituras específicas para que estas simplemente se asienten. Comencemos con la verdad fundamental de que Dios es un Dios muy feliz al proveer esperanza del evangelio a los pecadores.

En 1 Timoteo 1:11, Pablo se refiere al “glorioso evangelio del Dios bendito, [o feliz]”. Solo tenemos que asegurarnos de eliminar de nuestra mente una imagen sombría de Dios, cuyo Hijo de alguna manera ideó una forma para que nos escabulléramos al cielo, y ahora debemos mantenernos fuera de Su camino no sea que nos golpee como tal vez lo hizo nuestro padre. Necesitamos desechar los pensamientos de que Dios está poco dispuesto a salvar pecadores.

Lucas 15, una y otra vez, como cuatro veces, habla de alegría. “Les digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento” (Lc 15:7). Sabemos que no está hablando solo de ángeles haciendo una fiesta, sino de Dios mismo, porque en la parábola del hijo pródigo, eso es de hecho lo que Él hace. Sale corriendo. Abraza a Su hijo, lo besa, hace una fiesta y dice: “¡Vamos, vamos, hijo mayor; él está en casa, está vivo!”. Quiero decir: este padre simplemente rebosa alegría, no de mala gana, como si estuviera diciendo: “Supongo que tengo que salvar a Mi hijo que arruinó toda Mi propiedad”. No es así en absoluto.

Afligido por el pecado 

Él odia el pecado. Por supuesto que no vamos a pasar por alto eso. Dios odia el pecado, incluido el mío, el pecado de John Piper regenerado. Dios odia el pecado, no solo porque lo deshonra a Él, sino porque me daña a mí. El pecado nos daña a nosotros, los cristianos. Efesios 4:30 dice que podemos entristecer a Dios con nuestro pecado, y 1 Tesalonicenses 5:19 dice que podemos apagar Su Espíritu con nuestro pecado. Es evidente en 1 Tesalonicenses 4:1 que algunos comportamientos agradan a Dios y algunos comportamientos desagradan a Dios.

Probablemente el texto más importante para sentir la tensión y entenderla bien es Hebreos 12:5: “Hijo Mío, no tengas en poco la disciplina del Señor, ni te desanimes al ser reprendido por Él. Porque el Señor al que ama, disciplina” (Heb 12:5-6). Esto es lo que es difícil sentir para nosotros cuando estamos siendo disciplinados, porque la disciplina aquí es al menos sufrimiento físico (puede que sean otras cosas también). Sabemos que es sufrimiento físico porque Él dijo: “Porque todavía, en su lucha contra el pecado, ustedes no han resistido hasta el punto de derramar sangre” (Heb 12:4). Sabemos de qué tipo de cosas está hablando. Luego concluye: “y azota a todo el que recibe por hijo” (Heb 12:6).

Luego cita un proverbio, comenzando en el versículo 10: “[Dios] nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de Su santidad. Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza. Sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, después les da fruto apacible de justicia” (Heb 12:10-11).

Amados con gran amor 

Esto es lo que tenemos que afirmar y ver en estos textos. En, a través de y bajo todo este dolor, apagamiento, desagrado y la disciplina resultante, no debemos perder de vista los siguientes textos. Así que permíteme simplemente leerlos. Son gloriosos. Báñate en ellos.

“Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús” (Ro 8:1). Se ha ido; se acabó. No hay culpa, no hay condenación, no hay castigo. Cristo lo cargó todo.

“Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros [lo cual es al cien por ciento], ¿quién estará contra nosotros? El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?” (Ro 8:31–32). Dios está decidido a darnos todo lo que es bueno para nosotros.

Aquí está Efesios 2:4–5: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor [este es el único lugar en el que Pablo usa la frase gran amor] con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo”. Si estás vivo en Jesús, lo que significa que tu corazón está vivo para Jesús, amando a Jesús, confiando en Jesús, Él tiene gran amor por ti, y esa es la evidencia de ello.

Aquí está mi Salmo del evangelio favorito: “No nos ha tratado según nuestros pecados, ni nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades. Porque como están de altos los cielos sobre la tierra, así es de grande Su misericordia para los que le temen. Como está de lejos el oriente del occidente, así alejó de nosotros nuestras transgresiones” (Sal 103:10-12). Aquí se torna realmente tierno y dulce: “Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el Señor de los que le temen” (Sal 103:13).

El Rey que canta 

“El Señor tu Dios está en medio de ti, guerrero victorioso; se gozará en ti con alegría, en Su amor guardará silencio, se regocijará por ti con cantos de júbilo” (Sof 3:17). ¿Puedes oír a Dios cantar? No, no puedes, porque todavía no tienes oídos glorificados, y no serías capaz de soportarlo. Si tú crees que un trueno es ruidoso, ¿te imaginas la voz de Dios?

“No temas, rebaño pequeño, porque el Padre de ustedes ha decidido darles el reino” (Lc 12:32). Oh, me encanta ese versículo. Tu Padre, manada pequeña, Él es Padre, Él es Pastor, Él es Rey. No solo nos está dando el reino. Le agrada darnos el reino. Encuentra placer en darnos el reino.

Aquí está el Salmo 147:10: “No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en las piernas ágiles del hombre. El Señor favorece a los que le temen, a los que esperan en Su misericordia” (Sal 147:10-11). La razón por la que pienso que esto es precioso es porque podrías decir: “Bueno, tengo piernas fuertes; puedo correr. ¿Por qué no se deleita Dios en mi fuerza?”.

Este texto está escrito para la última hora de tu vida, hombre. Quiero decir, no tendrás piernas. Estarás acostado en una cama. Pesarás 38 kilos (84 libras). Estarás usando pañal. Estarás respirando por la boca y deseando estar muerto. En ese momento, no se requiere nada de ti excepto esperar en Él para que se deleite en ti en ese momento. Eso son buenas noticias. Son realmente, realmente buenas noticias para personas impotentes. Todos vamos a estar impotentes tarde o temprano.

El último texto es una de mis promesas favoritas del nuevo pacto, Jeremías 32:40-41: “Haré con ellos un pacto eterno, de que Yo no me apartaré de ellos para hacerles bien, e infundiré Mi temor en sus corazones para que no se aparten de Mí. Me regocijaré en ellos haciéndoles bien, y ciertamente los plantaré en esta tierra, con todo Mi corazón y con toda Mi alma”.

Desprecio versus desaprobación 

Quizá pueda ofrecer una última palabra de resumen que podría ayudar a unir el desagrado de Dios por nuestro pecado con Su deleite en nosotros como Sus hijos. Aunque Dios se desagrada cuando pecamos, nunca nos mira con desprecio.

Recuerdo haber hablado hace algún tiempo con una mujer que luchaba por sentir los afectos de Dios debido a una sensación de desaprobación continua. Cuando le presenté la distinción entre la desaprobación del comportamiento de alguien a quien amas y el desprecio hacia alguien que encuentras repugnante, algo hizo clic en su mente. Tal vez esto también te ayude a ti.

Él nunca nos mira con desprecio porque siempre está a favor nuestro, nunca en contra nuestra. Siempre nos restaurará y nos llevará infaliblemente a una eternidad donde ya no lo afligiremos, no apagaremos Su Espíritu, ni lo desagradaremos.


Publicado originalmente en Desiring God.

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

Artículos por categoría

Artículos relacionados

Artículos por autor

Artículos del mismo autor

Artículos recientes

Te recomendamos estos artículos

Siempre en contacto

Recursos en tu correo electrónico

¿Quieres recibir todo el contenido de Volvamos al evangelio en tu correo electrónico y enterarte de los proyectos en los que estamos trabajando?

.