¿Cómo sabemos cuándo estamos evangelizando? Bueno, la respuesta depende de cómo definimos la evangelización. Definir evangelización de una manera bíblica nos ayuda a alinear nuestra práctica evangelística con las Escrituras. Si no tenemos claro lo que es la evangelización bíblica probablemente no estamos evangelizando. Por ejemplo, una ama de casa reunida con una amiga tomando café puede estar evangelizando; mientras un brillante apologeta cristiano en el santuario de una iglesia no lo está haciendo. Pocos lo ven de esta manera, debido a que tenemos un falso entendimiento de lo que es la evangelización. Es importante defender la fe, pero es fácil ofrecer argumentos apologéticos para el cristianismo sin explicar el evangelio; y no podemos evangelizar sin el evangelio. A continuación, una definición que me ha servido por muchos años: La evangelización es enseñar el evangelio con el objetivo de persuadir. Una definición corta, ¿no crees? Apuesto que la mayoría de la gente esperaría mucho más de una palabra teológica tan importante. Pero esta definición —por pequeña que sea— ofrece un mejor equilibrio para evaluar nuestra práctica evangelística, en lugar de contar cuántas personas respondieron a un llamado. Así es como amplifico mi definición: La evangelización es enseñar (anunciar, proclamar, predicar) el evangelio (el mensaje de Dios que nos lleva a la salvación) con el objetivo (la esperanza, el deseo, la meta) de persuadir (convencer, convertir). Observa que la definición no requiere una respuesta externa inmediata. Caminar por un pasillo, levantar una mano, o incluso hacer una oración son acciones que nos pueden sugerir que la evangelización ha tenido lugar, pero tales acciones no son evangelización. También observa que si cualquiera de los cuatro componentes falta, es probable que estemos haciendo algo diferente a la evangelización. A nivel mundial hay mucha enfermedad en la iglesia, porque las iglesias llaman evangelización a algo que no lo es. Así que, enseñemos claramente lo que es el evangelio y lo que se requiere de una persona para que se convierta a Cristo. Haz que tu objetivo sea persuadir, pero persuadir sin manipulación. No excluyas las partes difíciles de la vida cristiana. Por más tentador que sea, no confundas una respuesta humana por el mover del Espíritu, y especialmente no mientas acerca de los resultados. Ten cuidado de llamar «cristianos» a las personas sin antes ver la evidencia de que verdaderamente son seguidores convertidos. Reconoce la tentación de sacrificar los principios bíblicos por los resultados y el «éxito». Al mirar a mi alrededor, puedo ver muchas prácticas de evangelismo no bíblicas. Muchas veces no se enseña el evangelio, se utilizan palabras que no tienen origen bíblico y que diluyen el significado verdadero y penetrante del pecado, la muerte y el infierno; o confunden a aquellos que genuinamente buscan la verdad. Promesas de salud y riquezas engañan a los más vulnerables: los pobres, los desfavorecidos y los enfermos. Muchas iglesias ofrecen un «evangelio» que no cuesta, cómodo y lleno de beneficios que no se encuentran en las Escrituras. De hecho, el evangelio es reducido a lo que Pablo llama «un evangelio diferente», el cual no es el evangelio en lo absoluto (Gá. 1:6-7). Al servir los deseos de las personas, las iglesias comunican que su atención está centrada en aquellos que no son cristianos, no en reflejar la gloria de Dios por medio de un pueblo que le adora. Muy a menudo las reuniones de la iglesia se convierten en lugares de entretenimiento en vez de lugares de adoración. Jesús atraía a la gente, pero nunca las entretenía; esta es una gran diferencia que se ha perdido en la iglesia moderna. La labor comercial basada en la presión que se practicaba hace unas décadas ha sido reemplazada por el fácil ofrecimiento de autoayuda. Este tipo de cosas son el resultado de las mismas tentaciones mundanas que socavan la evangelización bíblica. Pero hay una respuesta a tales tentaciones. No hay diferencia entre cómo son las cosas hoy y cómo eran las cosas en los días de Pablo. La solución es fijar en nuestras mentes y corazones los principios bíblicos de una evangelización centrada en el evangelio. Debemos aprender cómo enseñar el evangelio con integridad y mantener presente el objetivo principal de la verdadera conversión.
Nota del editor: Este artículo es un extracto del libro La Evangelización: cómo toda la iglesia habla de Jesús de Mack Stiles. Este artículo fue traducido por Myrna Rodríguez.
Publicado originalmente en la Revista 9Marcas #5 | Volvamos al Evangelio | Puedes descargarla gratis aquí