Ya vimos en este libro el pasaje de Proverbios 5 donde el padre advierte sobre la mujer prohibida cuyos labios destilan miel (5:3). A medida que el padre continúa, describe con un lenguaje conmovedor la miseria de los que no acatan su advertencia: [Cuando] al final te lamentes, Cuando tu carne y tu cuerpo se hayan consumido, Y digas: “¡Cómo he aborrecido la instrucción, Y mi corazón ha despreciado la corrección! No he escuchado la voz de mis maestros, Ni he inclinado mi oído a mis instructores He estado a punto de completa ruina En medio de la asamblea y la congregación” (5:11–14). Esta imagen del futuro es desoladora, y así debe ser. Después de todo, es una advertencia. Este hombre se lamenta, su carne y su cuerpo se han consumido, llora su locura y se halla casi arruinado. Se ha convertido en un viejo sucio y desagradable. Sin embargo, hay un rayo de esperanza en este pasaje. ¿Lo ves? Mira de nuevo la última línea. Por supuesto que este hombre está en agonía; ha destrozado completamente su vida. Pero también está “en medio de la asamblea y la congregación”. Está en el lugar correcto. La congregación del pueblo de Dios es el lugar correcto para hallarse quebrantado. Es el lugar correcto porque allí es donde se experimenta el amor incondicional del reino. Debemos querer estar en la congregación, no porque el hecho de estar allí nos salve o nos haga mejores. No, queremos estar en la congregación porque allí se celebra, se experimenta y se recibe la historia de perdón del evangelio. La Iglesia es donde la historia del Rey Jesús ofrece esperanza a la gente, aun a los que se han vuelto viejos sucios y desagradables. Tal vez puedes identificarte con este hombre en Proverbios. Conoces algo de su quebranto y te preguntas si hay esperanza. O tal vez estás progresando en los consejos prácticos y eso te anima. Veas o no la mejoría en el corto plazo, lo que más necesitas es levantar tu vista al glorioso futuro prometedor que te espera como cristiano, tanto en esta vida como en la que viene. Conviértete en un maestro apasionado y en un padre espiritual Es difícil saber la conexión exacta entre el rey Salomón y su autoría de Proverbios. En el 1:1, leemos: “Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel”. Pero también se mencionan otros contribuyentes, algunos de los cuales vivieron después de Salomón.[1] De cualquier manera, tenemos que aprender algo si entendemos que Salomón es el autor de una gran parte del libro. Si conoces algo sobre su vida, sabrás que él pasó por mucha de la miseria mencionada en Proverbios 5:11–13 (ver 1 R 11:1–8). Salomón sabía lo que era estar “a punto de completa ruina en medio de la asamblea y la congregación” (5:13). Y, seguramente, los que primero leyeron Proverbios conocían las faltas de su rey. Tal vez esto provoca una objeción en tu mente. Podría parecer que Salomón es un hipócrita, pero no lo creo. ¿Qué tal si el quebranto de Salomón otorgó autenticidad y valor a sus palabras? ¿Qué tal si Dios inspiró a personas dañadas a escribir a otras personas dañadas para que evitaran sus mismos errores? En la voz de Salomón, escuchamos a un padre implorando a su hijo: “No quieres llegar al final de tu vida y lamentarte por tu existencia y por el dolor que has causado a otros. Yo conozco muy bien la consecuencia de las advertencias que te doy. Hijo, te amo y Dios tiene algo mejor para ti”. Esa es una voz persuasiva. Mucho del material hasta ahora ha sido sobre cosas que debemos evitar o sobre disciplinas que tienen un enfoque principalmente personal. Pero aquí, el enfoque no está en ti, aunque aun así te ayudará. La mejor manera de aprender un tema es enseñándolo. Así que, mientras luchas la batalla por la pureza, busca oportunidades para compartir a otros varones lo que has aprendido. Conviértete en un hombre que invierte en la vida de otros hombres. Los verdaderos discípulos discipulan a otros. A eso se dedican. Así que ora junto con David en el Salmo 51: Restitúyeme el gozo de Tu salvación, Y sostenme con un espíritu de poder. Entonces enseñaré a los transgresores Tus caminos, Y los pecadores se convertirán a Ti. Líbrame de delitos de sangre, oh Dios, Dios de mi salvación, Entonces mi lengua cantará con gozo Tu justicia. Abre mis labios, oh Señor, Para que mi boca anuncie Tu alabanza (vv. 12–15). Cuando Dios te restaure, ora para que puedas enseñar a otros transgresores como tú los caminos de Dios para que los pecadores se conviertan a Él. Hoy, tu lucha puede ser tan grave que esto no parece ni remotamente posible. Pero, recuerda que “lo imposible para los hombres es posible para Dios” (Lc 18:27).
Preguntas de diagnóstico
- En tu infancia, ¿qué significaba para ti “ser un hombre”? ¿Cómo describirías los diferentes tipos de masculinidad que te modelaron tu padre y otros?
- Si tienes hijos en casa, ¿qué les enseñas sobre el sexo? ¿O estás evitando el tema por completo?
- Si tienes hijos mayores, ¿por qué cosas tienes que pedirles perdón? ¿Tal vez por tu silencio sobre el sexo o por tu refuerzo negativo y falta de instrucción bíblica?
- ¿A qué otros hombres alrededor de ti puedes ayudar en estos temas? ¿Por qué te daría miedo hablar sobre esto con otros hombres?
[1] El rey Salomón es identificado como el autor en varios lugares (1:1; 10:1; 25:1). Es posible que también se haga referencia a David en el 4:3. Sin embargo, en el 25:1 se menciona que “los hombres de Ezequías, rey de Judá” son los copistas de los proverbios que escribió Salomón. Otros autores de pequeñas secciones son Agur, hijo de Jaqué en el 30:1 y el rey Lemuel en el 31:1.