Existe un versículo del Nuevo Testamento que ha sido utilizado de manera incorrecta acaso más que muchos otros y su alterada interpretación fuera de contexto ha generado un derrumbe en cadena de numerosas verdades de la Palabra de Dios.  Me refiero a Mateo 7:1 “No juzguéis para que no seáis juzgados”. Debido a la inadecuada interpretación de este versículo muchos cristianos, aún con buenas intenciones, han debilitado y distorsionado el verdadero valor que posee, y de esta manera le han impuesto limitaciones a la necesidad de discernir adecuadamente qué cosas son aprobadas por Dios y qué cosas no lo son. 

Un ejemplo clásico que puede trascender 

En Juan capítulo 15, el Señor Jesús utiliza una de las analogías más instructivas de todos los evangelios para exponer la envergadura de una relación auténtica con Él. La figura de la vid y los pámpanos refleja un axioma concreto sobre la correspondencia entre Cristo y sus discípulos. La evidencia de que un pámpano permanece es, en otras palabras, al fin y al cabo, la forma en que sabemos que una persona es un verdadero discípulo de Cristo, un cristiano nacido de nuevo. La relación de esto con Mateo 7:1 es que muchos lo utilizan para asegurar que tratar de definir si una persona es cristiana o no es un asunto que representa más un juicio incorrecto que una declaración con fundamento bíblico.  Sin embargo, los que hacen esto suelen olvidar que en el mismo contexto de Mateo 7, Jesús habló de reconocer a los falsos profetas a través de sus frutos. No dijo que no se debía juzgar, sino que se debía juzgar de acuerdo a la evidencia. (Mat. 7:15-20)  Piénsalo de esta manera. La Biblia una y otra vez nos garantiza que la salvación de una persona no se puede perder (Jn. 5:24; 1 Jn. 5:12-13; Jud. 24; Rom. 8:16; Heb. 7:25; Jn. 10:29; Ef. 4:30; Jn. 6:47; Rom. 8:38-39). La certeza del perdón de pecados y la seguridad de que hemos pasado de muerte a vida es algo que está registrado abundantemente en el Nuevo Testamento. Esta amplia lista de versículos no solamente corrobora la certeza de la salvación de una persona, sino que también, de manera indirecta, deja en evidencia a la persona que no la posee; por ejemplo: 1 Juan. 3:14; 3:7-10; 3:19-20. En esos textos se observan tanto las evidencias de una conversión genuina como también las de una falsa.  Nos preguntamos entonces, ¿para qué nos daría Dios tantos testimonios de seguridad si es algo que no podemos demostrar fehacientemente? Si no se puede juzgar la evidencia de los frutos en una persona ¿cuál es el sentido de hablar de que la salvación no se pierde? 

Razonando sin límites establecidos 

Cada vez que nosotros decidimos razonar fuera de los parámetros bíblicos, automáticamente nos quedamos sin resguardo para el tema que sea que estamos tratando. La Biblia es el mejor resguardo para cada asunto que debemos atender. Por ejemplo, si enfrentamos asuntos de disciplina en la iglesia, los límites establecidos para abordar el asunto los encontramos, como mínimo, en Mateo 18:15-20; 2 Tesalonicenses 3:14-15; y Gálatas 6:1. Si tiene que ver con los ancianos de la iglesia, encontramos las referencias por lo menos en 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-9. Si tienen que ver con la membresía de la iglesia encontramos textos claves en el libro de los Hechos y en las epístolas de Pablo.  Entonces, lo mismo ocurre cuando hablamos de la conversión y nuevo nacimiento; existen textos claves que no podemos ignorar.  Hacerlo origina incertidumbre y daña la salud de la iglesia local en general.  Lo que estoy tratando de decir es que una vez que abandonamos o ponemos en tela de juicio la instrucción que la Biblia nos da sobre estos temas, cuando salimos de los límites del camino que ella nos ha dejado claramente; entonces quedamos expuestos a un sinnúmero de problemas y conflictos que no podremos resolver puesto que hemos abandonado las instrucciones originales que Dios nos ha suministrado y cuyo propósito es que no estemos a la deriva y propensos a un pragmatismo doctrinal y eclesiástico. 

No podemos ser más justos, ni más santos o más misericordiosos que Dios 

Todos hemos nacido con una tendencia natural a la indulgencia. Somos proclives a excusarnos y a emular la conducta de Adán y Eva luego de su pecado, “Y Dios le dijo: ¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol del cual te mandé que no comieras? Y el hombre respondió: La mujer que tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces el Señor Dios dijo a la mujer: ¿Qué es esto que has hecho? Y la mujer respondió: La serpiente me engañó, y yo comí”. (Gen. 3:11-13). Tanto Adán como Eva buscaron minimizar y excusar su culpa en otro para evitar enfrentar la realidad: Quebrantaron la Palabra de Dios.  Cuando sugerimos que hay otras cosas que pueden responder o explicar una situación espiritual que no representa el carácter de Dios y las virtudes de Cristo, no solamente estamos apoyando la mala acción, sino que también estamos manifestando que hay un atajo a la justicia, santidad o misericordia de Dios; dependiendo el caso que sea. Eximir a un creyente de un pecado inmoral porque aducimos que sólo fue un descuido, es una ofensa a la santidad de Dios. Seguir sentenciando a un hermano que ha confesado su falta es una ofensa a la misericordia de Dios. Continuar sosteniendo que una persona es cristiana cuando no muestra evidencias bíblicas es ultrajar la justicia de Dios. Ponle el nombre que quieras, pero salir de los límites establecidos por Dios sobre cualquier tema claramente revelado en su Palabra, es terminar errante y sin dirección. No podemos ser más justos, ni más santos o más misericordiosos que Dios, dejemos las consecuencias a su cargo. 

Recuperemos terreno espiritual 

Nuestras iglesias necesitan no solamente una ortodoxia (doctrina) sana sino también una ortopraxis (práctica) sana. Para ello es necesario examinar las Escrituras en su contexto y con atención, estableciendo diligentemente la conexión entre lo que observamos y lo que dice la Biblia para que concuerde. Hemos perdido mucho terreno espiritual al creer que no podemos emitir juicios y conclusiones sobre el comportamiento de un cristiano. Debemos regresar al manual de instrucciones, recordando ciertamente que sólo Dios es omnisciente y que nosotros no lo somos; pero sí tenemos indicaciones inspiradas en la Palabra de Dios las cuales debemos seguir sin titubear.  El apóstol Pablo le dijo a Timoteo, “No obstante, el sólido fundamento de Dios permanece firme, teniendo este sello: El Señor conoce a los que son suyos, y: Que se aparte de la iniquidad todo aquel que menciona el nombre del Señor” (2 Tim. 2:19). Descansemos en que Dios ve los corazones, pero no seamos indolentes en hacer la vista gorda a la iniquidad manifiesta.    Dios ama un pueblo seguro, no tentemos su bondad ignorando voluntariamente lo que se nos ha revelado con tanta claridad. 

Ricardo Daglio

Ricardo es pastor en la iglesia de la Unión de Centros Bíblicos en la ciudad de Villa Regina, Río Negro – Patagonia Argentina. Casado con Silvina, tiene tres hijos, Carolina, Lucas y Micaela. Sirvió al Señor como pastor en Uruguay, en la ciudad de Salto durante dieciséis años. Desde el año 2008 pastorea la iglesia local en Villa Regina. La filosofía de enseñanza bíblica es «La Biblia, versículo por versículo», la predicación expositiva secuencial de la Palabra de Dios.

Artículos por categoría

Artículos relacionados

Artículos por autor

Artículos del mismo autor

Artículos recientes

Te recomendamos estos artículos

Siempre en contacto

Recursos en tu correo electrónico

¿Quieres recibir todo el contenido de Volvamos al evangelio en tu correo electrónico y enterarte de los proyectos en los que estamos trabajando?

.